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Recurso digital |
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INAP-AR:CD 45 Congreso VII | Disponible | 008722 |
La integración económica es un instrumento de desarrollo a disposición de los países de mercado insuficiente o de países grandes que buscan ampliar su ámbito económico. Una corriente del pensamiento económico sostiene que la ampliación gradual de las áreas de colaboración entre los distintos Estados y el aumento de los beneficios garantizados a sus miembros, terminarán produciendo intereses comunes para el mantenimiento de las áreas integradas hasta llegar a la integración global de todas las áreas.Sin embargo, la experiencia indica que la integración requiere el impulso de la voluntad política. No existe esa inevitabilidad proclamada. La mayor parte de los problemas que hay que resolver para llegar a una organización integrada son de carácter político, o son de esa naturaleza los que inciden en el comportamiento de sus integrantes, de modo que el Estado debe tomar la dirección del proceso.La integración puede sufrir reversiones, como en el caso de los países de la órbita marxista organizados en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (Comecon). La integración puede ser el fruto de la guerra, tal como lo muestra la Unión Europea cuyo propósito ha buscado zanjar la rivalidad secular entre Alemania y Francia. El euro nació de la política, en parte una condición para que Francia aprobara la reunificación de Alemania. Asimismo, Estados Unidos logra su integración nacional tras la descomunal violencia de la Guerra de Secesión, en la que murieron tantas personas como en todas las guerras del siglo XIX en Latinoamérica.La pobreza en lugar de unir desintegra. El informe 2001 del BID indica que el crecimiento económico de América Latina en los noventa fue decepcionante, de 3,3% anual. Las diferencias de ingreso obedecen a desniveles cada vez mayores de productividad. Sin embargo, de los 26 países latinoamericanos, 16 lograron que aumentara la participación en los mercados mundiales de sus canastas de productos exportados. Ha habido un cambio profundo en el tratamiento a la inversión extranjera y especial preocupación por equilibrar las grandes cuentas macroeconómicas.Habrá que convenir, sin embargo, que lo más importante es la calidad de las instituciones públicas, el imperio de la ley, el marco regulatorio, la lucha contra la corrupción. Y este parece ser el problema central de los países de la región: al declive de los partidos políticos se agrega una fragilidad cierta de los sistemas democráticos, los que además padecen de serios problemas de gestión gubernamental, al tiempo que se verifica un considerable aumento en las demandas sociales, sin que haya habido un correspondiente incremento en los recursos y capacidades, elementos que en suma conforman un cuadro de ingobernabilidad recurrente.Aunque el futuro no es algo ya dado, los escenarios no son alentadores. Hay quienes piensan que habrá dos Américas Latinas en el siglo XXI, divididas por el Canal de Panamá. Mientras que México, Centroamérica y el Caribe estarían integrados económicamente con Estados Unidos, América del Sur se quedaría sin acceso al mayor mercado del mundo. La otra posibilidad es la del regionalismo abierto impuesto por Estados Unidos, de una integración no muy ambiciosa, sin un arancel común externo, visión recortada a una zona de libre comercio, en correspondencia al modelo TLCAN.
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