¿Cómo gobernar un régimen comercial dominante sin perder el poder? Esta es la cuestión, a veces denominada de segunda generación, que enfrentan el poder ejecutivo y los organismos financieros internacionales bajo el nuevo régimen. Redistribuir los ingresos del gobierno para cubrir los costos sociales de las restricciones presupuestarias blandas y para cubrir el derecho al socorro, son los vencimientos primordiales que enfrentan los gobiernos. Sin duda el gasto corriente es otro de ellos. El cobro de impuestos, por su lado, encuentra restricciones políticas, económicas y administrativas. ¿Existe un conjunto factible?Más exactamente, ¿hay estrategias de equilibrio que hagan inteligible el sistema impuestos-transferencias del nuevo régimen? ¿Es efectivamente distinto el juego de la redistribución del ingreso en el nuevo régimen? El ejercicio abordará estas preguntas en el contexto más amplio de las reformas de buen gobierno frecuentemente denominadas de segunda generación. Delimitaremos un contexto restringido para examinar las preguntas propuestas. La política de ejecución adoptada por la coalición del ejecutivo extendió la condición de órgano desconcentrado con autonomía técnica y operativa a la autoridad fiscal como Servicio de Administración Tributaria. Tomaremos este hecho como referencia. ¿Qué aporta esta inserción jerárquica al juego de la redistribución del ingreso?Las palabras "segunda generación" tienen varios significados. Para ubicar las cuestiones propuestas es necesario considerar dos sentidos que pueden tomar las palabras "reformas de segunda generación". Las coaliciones de gobierno, que adoptaron el desmantelamiento del viejo régimen como estrategia para conservar el poder, tomaron por divisa la economía, como opuesta a la política. Tras una intensa actividad política cuyo énfasis fue el desmantelamiento institucional, las coaliciones de gobierno se encontraron con un nuevo régimen y con la tarea de conservar el poder en compañía de otros aliados y frente a otros adversarios.Es decir, se encontraron con la necesidad de continuar las reformas bajo dos exigencias. Primero, aparentemente esas coaliciones supusieron que el viejo régimen consistía de instituciones rígidas o descompuestas que estorbaban la operación del mercado en equilibrio y, por tanto, el advenimiento del bienestar sobre la base del intercambio. Este supuesto resultó falso. Resultaron también falsos los pronósticos relativos al papel del gobierno y a la permanencia de las instituciones del viejo régimen. Las reformas de segunda generación como buen gobierno están destinadas a conseguir instituciones de gobierno que aseguren la operación del mercado sobre la base de la autoridad política. La segunda exigencia, es enfrentar la persistencia de las instituciones del viejo régimen. Esta persistencia no sólo se refiere a las reformas o desmantelamientos postergados, incluye las prácticas y los equilibrios heredados bajo otros nombres. Desde luego, este doble significado -buen gobierno y terminar reformas- se extiende a la autoridad fiscal como instrumento para ejecutar las políticas impositivas del régimen comercial dominante. En el dominio del juego de la redistribución del ingreso ¿qué balance puede hacerse de las denominadas reformas de segunda generación? En términos de este juego, positivamente, ¿cuáles son los determinantes efectivos de esta clase de reformas? ¿Es momento para obtener corolarios con vistas al corto plazo?

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