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Se refiere al concepto de Reforma Administrativa, a los requerimientos que exige una estrategia de Reforma y a los cuatro principios básicos para encararla. Históricamente se ha considerado que una reforma administrativa es un acto complejo que modifica el estado de cosas vigentes en la Administración Pública. Con frecuencia, esta acto se concibe como la promulgación de un nuevo Estatuto de Personal, algunas reestructuraciones orgánicas o la introducción de procedimientos cuidadosamente normados. En Argentina, tanto la Reforma Administrativa como la racionalización han adquirido connotación peyorativa por la asociación de falsas ideas que se hace con ellas. Para el autor, la racionalización es la esencia misma de la Administración. La racionalización es propia del planeamiento, por lo que puede decirse que la Reforma Administrativa es Planificación Administrativa. Sin embargo, el concepto tradicional ha venido variando en razón de los cambios en el contexto socio-político-económico, los cambios tecnológicos, etc. Lo cual significa que la Administración Pública debe mantener la continuidad del proceso además de canalizarlo políticamente, a través de un sistema de cambio perfectamente planificado. La adaptación a nuevos requerimientos exige un nuevo tipo de hombres y de organizaciones. La estrategia a adoptar debe permitir a los individuos y a la organización asumir rápidas y certeras actitudes, identificando las fuerzas contra las que deberán luchar de una manera diferente. Un principio básico para encarar la reforma es el de masa crítica: En el mundo de la física, masa crítica es la cantidad de materia fisionable que permite generar una reacción en cadena automantenida. En el plano social, la "masa crítica" estaría constituida por una cierta cantidad mínima de individuos, capaces de actuar sobre diferentes sectores en la Administración Pública como catalizadores, promotores y agregadores de recursos. Esta masa crítica es la qie impulsa y sostiene el cambio. El Sistema Nacional de Reforma Administrativa necesitará formar esta masa crítica para asegurar un cambio modernizador y dinámico. El segundo principio es el comportamiento del grupo como precondición para el cambio. Una acción no es viable si las fuerzas sociales que ejercen mayor influencia se oponen a ella. En la Reforma Administrativa hay dos sujetos implicados: los que pertenecen a la Organización y los usuarios, fuera de ella. Es importante contar con el apoyo del grupo implicado en cada uno de los cambios que se pretenden. La oposición al cambio puede significar el fracaso total del plan. La tarea principal debería ser, a este respecto, una serie de medidas preventivas de acción psicológica y comunicación franca con los partícipes del proceso. El tercer principio consiste en que los problemas comunes deben ser enfrentados por todos sin recurrir necesariamente a armar estructuras formales. Infinitas comisiones sectoriales, multisectoriales, secciónes, divisiones, departamentos, etc., reconocen su origen en la existencia de un problema alrededor del cual se armó una superestructura burocrática que se convierte en un fin en sí misma. El cuarto principio señala que si la organización carece de hombres capaces de aprender a cambiar, no puede esperarse que ella cambie. Los programas de capacitación deberán detectar aquellos agentes poseedores de un pensamiento creador, normalmente los más susceptibles de ser orientados en la misión de contribuir al cambio planificado que se propone. Contiene: Láminas de apoyo visual, Ley de Creación del Sistema de la Reforma Administrativa y Decreto acerca de la dependencia de las Unidades Sectoriales de Reforma Administrativa. F.G.

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