Trabajo que tiene por objetivo examinar los principales problemas que hoy enfrentan las políticas sociales en la Argentina, con base en los antecedentes de los modos de intervención asumidos por el Estado. Trata los siguientes temas: el perfil de la crisis y la experiencia argentina; la dinámica del modelo; hacia la búsqueda de una nueva racionalidad para las políticas sociales; presentación de casos; las perspectivas de futuro. Señala que si se acepta que las políticas sociales están mostrando serios inconvenientes y fallas en sus mecanismos de llegada, las estrategias que se propongan no deberían perder de vista el objetivo de "llegar a quienes no llegan". Los mecanismos de acción hoy prevalecientes no parecen hacerse cargo de esa necesidad de llegada. Encontrar un camino alternativo requiere de un Estado que recupere su capacidad de gestión y remueva los obstáculos que hoy le impiden lograr un nivel aceptable de productividad en la ejecución de políticas públicas. Para lograr efectividad, la política social debería ser diseñada con un criterio integrador, donde se defina una coordinación y complementación sectorial (las políticas de salud, vivienda, educación, saneamiento), en lugar de continuar su gestión estanca. También debería contemplar y acordar la relación entre el Estado, el mercado y la comunidad. Ese Estado requiere un poder fiscal suficiente como para contar con los recursos que le permitan diseñar y ejecutar las políticas. Pero también debe contar con el poder necesario para replantear su articulación interna y para rever su articulación con el resto de la sociedad. Tal proceso de transformación estatal presume que el objetivo de participación lleva implícito el propósito de descentralización; dos mecanismos que se complementan y se necesitan. Este proceso supone no sólo un traspaso efectivo de funciones y presupuestos desde el gobierno central hacia las administraciones provinciales y municipales, sino también un accionar que contemple la existencia de las organizaciones no gubernamentales. Aspirar a un Estado que desempeñe esos roles significa aceptar la crisis profunda e irreversible del Estado de post-guerra; evitar caer en la -hoy tan frecuente- fuga hacia el mercado; y finalmente, creer que sí hay futuro para una sociedad más equitativa.

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