Ponencia que tiene por objetivo caracterizar el perfil del profesional frente a los nuevos escenarios que plantean las grandes transformaciones que se están desarrollando en el mundo contemporáneo. Señala que la característica esencial del profesional es la de utilizar sus conocimientos en una actividad que tiene por objeto un bien concreto de la sociedad. Esta, por su parte, responde con el reconocimiento de la relevancia de la tarea y de la identidad de quien la ejerce. Pero la sociedad a la que se sirve no es un objeto sustantivo, con un fin en sí mismo; el destinatario exclusivo de los esfuerzos del profesional es la persona humana en su integridad. Esta consagración al bien integral de la persona exige trascender el objeto específico de la ciencia que posee el profesional, para integrarlo en una unidad más abarcadora. La cada vez más imperiosa necesidad de una perspectiva interdiscplinaria, así como la emergencia de múltiples cuestiones vinculadas a la ética del quehacer profesional, no constituyen sino manifestaciones parciales de esa exigencia de integralidad. Surge aquí con evidencia el estrecho contacto entre la labor del profesional y la del político; ambos afrontan el mismo reclamo de universalidad, de humanismo integral, y deben aunarse con un total compromiso con la disciplina que profesan. La actitud de un político será tanto más profesional cuanto más intensamente bregue por la integración definitiva de la sociedad. Y en la medida en que el profesional sea fiel al bien del hombre en forma integral, podrá colaborar eficazmente con el político. Concluye señalando que la tarea del político profesional es esencialmente un trabajo de civilización y cultura, de ayudar al hombre a conquistar su genuina libertad de expansión o autonomía. Es decir, un profesional que asuma el reto de la mundialización efectiva de la economía de mercado, pero que entable una dura lucha para que se encuentre acompañada, en toda ocasión, del desarrollo político, social y cultural alcanzado en los países más privilegiados, mediante una incesante búsqueda de igualdad y justicia, viendo en ellas no el igualitarismo obsesivo, sino la efectiva erradicación de la miseria, del hambre y de la ignorancia, y que también supere meras y vacuas expresiones de deseo, con capacidad para rescatar libertades y garantizar derechos.

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