Esta obra constituye una defensa de la filosofía política liberal porque comparte el núcleo más significativo del liberalismo como es la idea de la autonomía del individuo, de su capacidad de decisión y elección, y de la posibilidad de crítica y rectificación. Han sido liberales como Constant, Mill o Berlin quienes han defendido una posición como la enunciada que se caracteriza por los siguientes puntos. Un racionalismo moderado que confía en la capacidad de la razón para analizar y tomar decisiones fundadas pero desconfía de que la razón pueda encontrar principios organizados sistemáticamente. Un pluralismo de valores que en algunas ocasiones son incompatibles y el reconocimiento de que no existe una fórmula racional que resuelva el conflicto. Una actitud de humildad y rechazo de la perfección, la conciencia de que la toma de decisiones es algo esencialmente humano y que no es totalmente controlable. Ello supone una concepción de la moral más cercano al mundo real que sirve para ayudarnos a plantear y resolver los problemas, pero que no nos los resuelve de antemano. El liberalismo universalista dominante tiene dificultades para resolver los problemas de corrupción, lealtad, nacionalismo, derechos culturales y particularismo mientras que un liberalismo pluralista consciente de sus limitaciones es capaz de plantear con mayor claridad los desafíos de la legitimidad el estado contemporáneo.