Contiene referencias bibliográficas pp. 43-48

En el presente trabajo proponemos una mirada integral sobre la ética pública, la integridad y la
transparencia. Las nuevas circunstancias derivadas de la pandemia del COVID-19, en nuestro
país y en el resto del mundo, son propicias para repensar muchos de los lugares comunes que
el discurso hegemónico ha impuesto como un sentido común, en particular respecto al papel
del Estado, de los mercados y también de la ética pública. Esta última suele entenderse de
manera unilateral como un instrumento para reprimir una irrefrenable tendencia del
funcionariado público a transgredir las normas y leyes en función de su interés personal. Esta
mirada focalizada y peyorativa sobre quienes ejercen la función pública no es neutral, sino que
es producto de una construcción histórica que ha intentado asociar la ineficacia, ineficiencia y
la corrupción como características intrínsecas a lo estatal, y que, como consecuencia, enaltece
las virtudes de lo privado, promoviendo la privatización de servicios públicos, la desregulación
estatal y el traspaso de la mayor cantidad de funciones públicas al mercado. Este enfoque se
apoya y se asocia a un modelo de Estado mínimo.