Cuando se alude a la democratización de la administración pública, se le valora como una estructura de poder y decisión que juega un papel importante en la construcción de los espacios sociales y políticas. Otrora se valoraba fundamentalmente por las tareas de ejecución que llevaba a cabo para dar vigencia a los preceptos del derecho público. Ahora, se reconoce que desempeña una responsabilidad creciente en la definición e implementación de las políticas públicas, motivo por el cual, no puede ni debe sustraerse al control democrático que los derechos pueden ejercer sobre su rendimiento institucional.Al democratizarse, la administración pública aumenta el grado de comunicación y responsabilidad que tiene con la sociedad civil, y asume un perfil de confianza para que su ámbito institucional sea reconocido con base en la apertura, la transparencia y la evaluación de los propios ciudadanos. Frente a la desconfianza que ha provocado la cultura del estatismo burocratizado, la democratización de la administración pública es una senda para que su reencuentro con los ciudadanos sea más efectivo, y de modo se institucionalice una nueva etapa caracterizada por la confianza política que en ella pueden tener los principales actores de la sociedad civil.

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