Tipo de ítem | Biblioteca actual | Solicitar por | Estado | Fecha de vencimiento | Código de barras |
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Recurso digital |
Biblioteca Central
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INAP-AR:CD 45 Congreso XI | Disponible | 011169 |
La construcción de un servicio profesional es, en realidad, el resultado de un conjunto de decisiones previas sobre la estrategia que una organización desea seguir para afirmar la calidad profesional de sus integrantes. No hay recetas, ni modelos acabados: cualquiera de ellos puede ser tan valioso, o tan inútil, como cualquier otro. En cambio, el verdadero punto de partida es la voluntad expresa de quienes dirigen una organización por mejorar el desempeño de su personal, sin condiciones políticas ni personales contrarias a la lógica de su profesionalización. No es ocioso subrayar que, por la naturaleza laboral de esa decisión, cualquier desviación o cualquier excepción a las reglas decididas puede quebrar definitivamente la confianza de los trabajadores y romper la percepción de profesionalismo que un esfuerzo como éste quiere obtener. Puede sonar manido, pero la primera condición para avanzar en una política de profesionalización es el deseo sincero de llevarla a cabo.En esta materia no hay medias tintas: si se hace, es mejor hacerlo bien desde un principio, pues las resistencias políticas y culturales que enfrenta un proyecto de esta naturaleza son tan vastas como minuciosos los detalles que deben seguirse para producir una implementación adecuada.Tengo para mí que la profesionalización del servicio público es una condición necesaria para consolidar la incipiente democracia de México. No sólo porque resulta inaceptable que toda la administración pública siga viéndose como un botín disponible para los partidos que ganan las elecciones, sino por la rendición de cuentas que implica, la eficacia que reclama y la transparencia que exige al funcionamiento de los órganos de gobierno. Si me permiten decirlo de otra manera, la profesionalización es el único instrumento realmente viable para hacer posible una democracia de todos los días. Pero precisamente porque sus enemigos son la distribución discrecional de los puestos públicos, la improvisación cotidiana de planes y proyectos políticos y la ambigüedad y el ocultamiento de los resultados, la profesionalización enfrenta grandes obstáculos. Por eso hay que asumirla como un instrumento al servicio de la democracia, y no como un propósito que se justifica a sí mismo. Es un principio ético. Y la ética no se negocia.
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