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Políticas integrales de reducción de la pobreza: el desafío de la efectividad

Por: Engel Aduan, WandaColaborador(es): CLAD | Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, 10 SantiagoDetalles de publicación: Washington BID. División de Desarrollo Social 2005Descripción: 47 pTema(s): CONGRESO CLAD 10-2005 | DESARROLLO COMUNITARIO | DESARROLLO ECONOMICO | DESARROLLO HUMANO | DESARROLLO LOCAL | DESARROLLO SOCIAL | DIAGNOSTICO | PARTICIPACION CIUDADANA | POBREZA | POLITICA FAMILIAR | POLITICA PUBLICA | POLITICA SOCIAL | PROGRAMAS SOCIALES | AMERICA LATINA | CARIBEOtra clasificación: INAP-AR:CD 45 Congreso X Resumen: La pobreza y la desigualdad son fenómenos tan antiguos como la historia de la humanidad. Considerados como hechos naturales, fueron inicialmente objeto de acciones filantrópicas que por motivos éticos, humanistas o religiosos procuraban aliviar sus efectos más visibles: el hambre, la falta de techo y la enfermedad. Cuando pasaron a ser una cuestión de Estado, las políticas dirigidas a los pobres tomaron la forma de una asistencia social que buscaba garantizar mínimos básicos de supervivencia. A finales de los años sesenta, de las entrañas de la sociedad civil surgió una corriente con propuestas de acción orientadas a organizar a los pobres y a ofrecerles instrumentos de lucha y presión para que los gobiernos les garantizaran derechos de acceso a los servicios sociales básicos.A partir de la década de los años ochenta se comienzan a realizar estudios sobre las causas y los síntomas de la pobreza y la desigualdad, con sus consecuencias negativas desde el punto de vista humano, social, económico, político y ambiental. En un mundo globalizado, urbanizado y dotado de medios de comunicación de amplio cubrimiento, la discrepancia absoluta entre el ideal de igualdad y una realidad con altos niveles de pobreza y desigualdad se convierte en un verdadero "barril de pólvora".En todo el mundo, la sociedad es consciente de que no basta con aliviar los efectos de la pobreza, o con apoyar, proteger y organizar a los pobres para que luchen por sus derechos. El desafío fundamental del nuevo milenio consiste en promover la superación de la pobreza y la disminución de los índices de desigualdad, tal y como lo demuestra el compromiso con los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio, asumidos por 189 países del mundo: reducir la pobreza a la mitad para el año 2015.Como lo revelan los datos del Banco Interamericano de Desarrollo, los avances en América Latina no han sido significativos. Por el contrario, en el año 2002 el ingreso per cápita de los países de la región fue el menor de los últimos cinco años, el consumo se estancó y la inversión externa cayó al punto más bajo de los últimos diez años. Este retroceso afectó principalmente a cinco países: Argentina, Venezuela, Uruguay, Paraguay y Haití.En los albores del siglo XXI, la región se caracteriza por altos grados de pobreza y desigualdad que no son congruentes con los niveles de desarrollo económico y tecnológico alcanzados. La cuestión es cómo disminuir esta incongruencia.En su Informe sobre el desarrollo mundial de 1990, el Banco Mundial (1990) proponía dos caminos para reducir la pobreza: crecimiento con ajuste fiscal e inversión en servicios sociales básicos, principalmente en educación y salud.En un nuevo informe publicado una década más tarde (Banco Mundial, 2000), la institución mostró que i) en muchos países el crecimiento económico se vio acompañado por el aumento de la pobreza; ii) las variaciones del crecimiento económico no consiguieron disminuir la extrema pobreza; iii) el impacto del crecimiento económico en la disminución de la pobreza fue menor en los países con altos índices de desigualdad; iv) había un núcleo de población que vivía en la extrema pobreza al que difícilmente llegaban las políticas sociales universales, y v) existían efectos subjetivos que afectan a los pobres y perjudican su proceso de pleno desarrollo.El informe presenta la pobreza como un fenómeno multidimensional que incluye aspectos económicos, sociales y humanos -lo que hace que el crecimiento y la estabilidad de la economía sean factores indispensables, mas no suficientes para reducirla-, y resalta la importancia de la creación de una red de protección social capaz de disminuir la extrema pobreza a través del fomento de la participación y el protagonismo de los pobres.Por otro lado, estudios como los de Glen y otros (2003) muestran que la pobreza tiende a reproducirse intergeneracionalmente a través de factores que afectan las posibilidades de desarrollo de los individuos en cada una de las etapas de su ciclo de vida. Estos estudios, realizados a partir del análisis de las experiencias de los países, señalan la necesidad de construir un nuevo paradigma para la formulación de las políticas dirigidas a superar la pobreza que logre dar cuenta de la multidimensionalidad y la complejidad del fenómeno y aumentar los impactos.
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La pobreza y la desigualdad son fenómenos tan antiguos como la historia de la humanidad. Considerados como hechos naturales, fueron inicialmente objeto de acciones filantrópicas que por motivos éticos, humanistas o religiosos procuraban aliviar sus efectos más visibles: el hambre, la falta de techo y la enfermedad. Cuando pasaron a ser una cuestión de Estado, las políticas dirigidas a los pobres tomaron la forma de una asistencia social que buscaba garantizar mínimos básicos de supervivencia. A finales de los años sesenta, de las entrañas de la sociedad civil surgió una corriente con propuestas de acción orientadas a organizar a los pobres y a ofrecerles instrumentos de lucha y presión para que los gobiernos les garantizaran derechos de acceso a los servicios sociales básicos.A partir de la década de los años ochenta se comienzan a realizar estudios sobre las causas y los síntomas de la pobreza y la desigualdad, con sus consecuencias negativas desde el punto de vista humano, social, económico, político y ambiental. En un mundo globalizado, urbanizado y dotado de medios de comunicación de amplio cubrimiento, la discrepancia absoluta entre el ideal de igualdad y una realidad con altos niveles de pobreza y desigualdad se convierte en un verdadero "barril de pólvora".En todo el mundo, la sociedad es consciente de que no basta con aliviar los efectos de la pobreza, o con apoyar, proteger y organizar a los pobres para que luchen por sus derechos. El desafío fundamental del nuevo milenio consiste en promover la superación de la pobreza y la disminución de los índices de desigualdad, tal y como lo demuestra el compromiso con los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio, asumidos por 189 países del mundo: reducir la pobreza a la mitad para el año 2015.Como lo revelan los datos del Banco Interamericano de Desarrollo, los avances en América Latina no han sido significativos. Por el contrario, en el año 2002 el ingreso per cápita de los países de la región fue el menor de los últimos cinco años, el consumo se estancó y la inversión externa cayó al punto más bajo de los últimos diez años. Este retroceso afectó principalmente a cinco países: Argentina, Venezuela, Uruguay, Paraguay y Haití.En los albores del siglo XXI, la región se caracteriza por altos grados de pobreza y desigualdad que no son congruentes con los niveles de desarrollo económico y tecnológico alcanzados. La cuestión es cómo disminuir esta incongruencia.En su Informe sobre el desarrollo mundial de 1990, el Banco Mundial (1990) proponía dos caminos para reducir la pobreza: crecimiento con ajuste fiscal e inversión en servicios sociales básicos, principalmente en educación y salud.En un nuevo informe publicado una década más tarde (Banco Mundial, 2000), la institución mostró que i) en muchos países el crecimiento económico se vio acompañado por el aumento de la pobreza; ii) las variaciones del crecimiento económico no consiguieron disminuir la extrema pobreza; iii) el impacto del crecimiento económico en la disminución de la pobreza fue menor en los países con altos índices de desigualdad; iv) había un núcleo de población que vivía en la extrema pobreza al que difícilmente llegaban las políticas sociales universales, y v) existían efectos subjetivos que afectan a los pobres y perjudican su proceso de pleno desarrollo.El informe presenta la pobreza como un fenómeno multidimensional que incluye aspectos económicos, sociales y humanos -lo que hace que el crecimiento y la estabilidad de la economía sean factores indispensables, mas no suficientes para reducirla-, y resalta la importancia de la creación de una red de protección social capaz de disminuir la extrema pobreza a través del fomento de la participación y el protagonismo de los pobres.Por otro lado, estudios como los de Glen y otros (2003) muestran que la pobreza tiende a reproducirse intergeneracionalmente a través de factores que afectan las posibilidades de desarrollo de los individuos en cada una de las etapas de su ciclo de vida. Estos estudios, realizados a partir del análisis de las experiencias de los países, señalan la necesidad de construir un nuevo paradigma para la formulación de las políticas dirigidas a superar la pobreza que logre dar cuenta de la multidimensionalidad y la complejidad del fenómeno y aumentar los impactos.

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