Las organizaciones en este siglo asumen de manera categórica el papel de centro sistematizador de relaciones entre la población que trabaja y entre trabajadores y la comunidad circundante. Si en la función de la empresa privada es una meta a conquistar, en la gestión pública, por definición, es obligación atribuida en la legislación vigente y en las normas de aplicación cotidiana. Las instituciones hoy, en la medida que producen servicio, deben abrir espacio para la convivencia, el aprendizaje. Los logros individuales, visto así el panorama, están asociados a los de la organización. De aquí surge el debate necesario para conciliar dos temas, que si bien no son contradictorios, aparecen como separados en la práctica de la función pública: la gerencia del conocimiento y la ética organizacional. Nuestro planteamiento centra su atención en este último. Con relación a los cambios que han ocurrido y siguen ocurriendo en el devenir administrativo del sector público.Si la ética precede la actuación del individuo o de los equipos en las instituciones, es lógico suponer la influencia que puede generar, su participación activa. El comportamiento fundamentado la ética ha logrado acentuar algunos rasgos de responsabilidad en la administración pública y la transición del concepto de recurso humano al de capital intelectual; para dar valor a las personas antes que a la tarea. El nuevo paradigma en la gestión pública se observa en las tendencias que las organizaciones destinadas al servicio de la comunidad empiezan a aplicar en procesos como la planificación, la comunicación y el balance social.De la planificación tradicional se avanza hacia la estratégica, para resolver el problema de la separación entre el sujeto y el objeto planificado. Establecer los mecanismos que garanticen realizar lo que se ofrece, con altos niveles de transparencia. La formulación de respuestas en distintos sectores que componen la realidad del entorno.La comunicación unidireccional, sólo informativa, es insuficiente para conocer y establecer los contactos con los diferentes públicos que demandan atención y servicios. Es indispensable un modelo comunicacional que permita la relación bidireccional que tienda a la participación activa entre los gobernados y los gobernantes. El balance social es un instrumento que respalda y facilita el cumplimiento del deber de las instancias públicas, que, en algunas oportunidades, desbordadas por una burocracia ineficiente, ignoran que a su gestión es inherente la responsabilidad social. En estos instrumentos para la participación, se centrará el debate sobre el cambio de paradigma de la visión estratégica. El propósito es lograr la imagen-objetivo de la gestión pública con sentido ético, lo cual depende de la aceptación y aplicación de una gerencia que al menos cumpla con los requisitos de viabilizar la convivencia, negociar las viabilidades mediante la referencia simétrica de la comunicación y sistematización con transparencia. Esta es la propuesta.

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